Hipotiroidismo, ¿por qué no mejoro?

Ya he hablado en otras ocasiones de los objetivos ideales y las consideraciones en el tratamiento en los pacientes con hipotiroidismo y voy a tratar de resumirlos antes de meterme de lleno en el tema de hoy.

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«Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos».

Antoine De Saint-Exupéry

  • Si la gran mayoría (más del 95 %) de personas sanas tienen una TSH por debajo de 2.5 mcUI/ml, ese debería ser, al menos, la meta a conseguir.
  • Cada persona tiene su TSH ideal, con la que se encuentra bien, asintomático, y que, a no ser que se cruce en su camino un hipotiroidismo, se mantiene estable a lo largo de toda su vida, salvo, tal vez, en periodos clave como la pubertad, el embarazo o la lactancia. Si MI TSH ideal es 1, y la tengo en 3…muy probablemente tendré síntomas de hipotiroidismo.
  • Además de la TSH, deberíamos tomar en consideración otras dos hormonas a la hora de realizar ajustes en el tratamiento: la T4 libre y la T3 libre, que deberían encontrarse hacia la mitad del rango de normalidad: si el rango normal de T4 libre es de 0.7 a 1.7, no puede ser lo mismo tener 0.75 que 1.6, no lo es.
  • Si la TSH está dentro del objetivo, pero la T4 y T3 libres están disminuidas, el paciente puede seguir sufriendo síntomas de hipotiroidismo, e incluso podríamos plantearnos un hipotiroidismo de origen hipofisario o hipotalámico (esto da para otro post).
  • En algunos pacientes, nos encontramos con TSH por debajo de 2.5 (incluso más bajas), T4 libre en la mitad del rango…y sin embargo no mejora, entonces deberemos evaluar la T3 libre y la posibilidad de que la T4 no se esté convirtiendo adecuadamente a T3 o esa conversión se haga a T3 reversa, en este caso, aunque el perfil tiroideo sea “perfecto”, la persona sigue hipotiroidea, porque la hormona que regula el metabolismo es deficitaria o no puede realizar correctamente sus funciones.

Bien…pero ¿y si todo lo anterior es correcto pero el paciente sigue encontrándose mal? ¿Y si sigue sin poder levantarse de la cama cada mañana?, ¿con dolores musculares y articulares? ¿Falta de concentración y sensación de “niebla mental”?, ¿con alopecia y fragilidad en las uñas? ¿Reglas irregulares o imposibilidad para conseguir gestación?…es hora de buscar, por que como ya comenté aquí, el tiroides no siempre es el culpable.

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Las hormonas tiroideas tienen un papel fundamental en la absorción y aprovechamiento de ciertos micronutrientes, de modo que es relativamente frecuente que, en personas con hipotiroidismo, se presenten una serie de déficit de vitaminas, minerales y oligoelementos que deberemos evaluar, puesto que su falta puede relacionarse con los síntomas que previamente he comentado…y algunos más.

Si dichos déficits no son detectados y tratados adecuadamente, puede ocurrir que el paciente “los arrastre” consigo, incluso una vez controlado, de modo que persistirán los síntomas derivados de dichos déficits, pudiendo atribuirse erróneamente a la patología tiroidea.

Además, la falta de ciertas vitaminas, minerales y oligoelementos, puede provocar una inadecuada conversión de T4 en T3, de forma que, aunque el perfil tiroideo sea correcto, el paciente seguirá hipotiroideo…es la “pescadilla que se muerde la cola”.

Y cuando hablo de déficit o de falta, no me refiero a que los valores sean extremadamente bajos, por debajo del rango de “normalidad” que nos ofrece el laboratorio. Para ciertos parámetros sanguíneos, los rangos de normalidad son extremadamente amplios (por ejemplo, en el caso de la vitamina B12, los rangos van, en algunos casos, de 180 a 915 pg/ml…pero no es lo mismo 181 que 914), por lo que, lo deseable, es que los valores se sitúen hacia la mitad de dicho rango.

Por ello es muy aconsejable, desde el momento del diagnóstico, realizar una evaluación de:

Perfil férrico

El hierro es un mineral imprescindible y con múltiples funciones: Interviene en el transporte de oxígeno y dióxido de carbono en sangre, participa en la producción de elementos de la sangre como por ejemplo la hemoglobina, forma parte en el proceso de respiración celular y es parte integrante de la mioglobina, almacén de oxígeno en el músculo, tiene un papel fundamental en la síntesis de ADN, y en la formación de colágeno, aumenta la resistencia a las enfermedades, colabora en muchas reacciones químicas.

El propio hipotiroidismo, cuando no está adecuadamente tratado, puede provocar una falta de estimulación de producción de los glóbulos rojos por las hormonas tiroideas, si a este hecho se asocia un déficit de hierro, la anemia está servida.

Su deficiencia, lo que conocemos como ferropenia, puede llegar a ocasionar anemia, pero sin llegar a este extremo, los bajos niveles de ferritina (más conocida como los “depósitos” de hierro, de donde “tira” el organismo cuando no hay suficiente hierro circulante) pueden provocar una amplia variedad de síntomas:  cansancio, fatiga, intolerancia al ejercicio, taquicardia, disnea, alopecia, fragilidad ungueal…y no hace falta que los valores de ferritina están por debajo del rango de normalidad, insisto, lo deseable es que sus niveles se encuentren hacia la mitad del rango del laboratorio.

Además, el metabolismo del hierro y el de las hormonas tiroideas están estrechamente unidos, de modo que, en caso de ferropenia, el tratamiento con tiroxina no es tan efectivo, y en caso de hipotiroidismo, el hierro farmacológico que nos prescribe el médico no se aprovechará adecuadamente, por lo que, cuando coexisten ambos trastornos, es vital sustituir adecuadamente ambos para su completa resolución, como se demostró hace tiempo.

Vitaminas del grupo B.

Especialmente la B12, el resto de vitaminas del grupo B, salvo el ácido fólico, raramente se evalúan (aunque su déficit también ocasiona síntomas)

Hasta el 40 % de pacientes con hipotiroidismo pueden presentar déficit de vitamina B12, y puede deberse a una alteración en la absorción: bien derivada de la alteración del medio ácido del estómago necesario para asimilar esta vitamina, bien secundario a anemia perniciosa, (enfermedad mediada por mecanismos inmunológico que con relativa frecuencia se asocia a las disfunciones tiroideas autoinmunes), a gastritis crónica atrófica o a otras causas más infrecuentes.

Niveles disminuidos de vitamina B12, no necesariamente por debajo del rango, sino dentro de los límites aceptados como normales-bajos, pueden ser responsables de multitud de síntomas y signos : anemia Megaloblástica (con los síntomas derivados de la misma), afectación del sistema nervioso, parestesias (hormigueos en piernas), debilidad e inestabilidad de la marcha, pérdida de sensibilidad, hiperreflexia, alteración en los esfínteres, neuritis óptica, disfunción eréctil, trastornos psiquiátricos (demencia, amnesia, depresión…), glositis, malabsorción intestinal (que provocará déficit en otras vitaminas, minerales y oligoelementos)…merece la pena evaluarla y tratarla, ¿no creéis?

Vitamina D

La vitamina D es una hormona, y como tal, cumple funciones vitales que van mucho más allá del hueso, así, tiene un papel muy importante en la regulación del sistema inmune y la inflamación, además, en los últimos años, se ha comprobado una estrecha relación entre del déficit de vitamina D y el hipotiroidismo. , de modo que el consejo es evaluar SIEMPRE el estatus de vitamina D en estos (y otros) pacientes.

Nuestro organismo no es capaz de sintetizarla, sino debemos obtenerla de la dieta y, sobre todo, exponiéndonos al sol, ya que el 90 % de esta vitamina la obtenemos a partir de su síntesis y activación en la piel cuando recibimos radiación UVB.

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Pero, ¿qué ocurre cuando no tenemos suficiente vitamina D? su déficit se asocia a multitud de signos, síntomas y enfermedades: raquitismo, osteomalacia, cansancio, fatiga, dolor y debilidad muscular, ánimo depresivo, sobrepeso, problemas cardiovasculares, infecciones…

Pero además, existen claras evidencias de la asociación entre la deficiencia de vitamina D y muchas enfermedades autoinmunes como la diabetes mellitus tipo 1, el lupus, artritis reumatoide, enfermedad inflamatoria intestinal…o la disfunción tiroidea autoinmune.

Pero no sólo parece intervenir en la aparición de enfermedades autoinmunes, es que su déficit ha sido implicado en la progresión de dichas enfermedades, mientras que los niveles adecuados de vitamina D, podrían evitar la aparición y/o mejora la evolución de estas patologías.

Se sabe que más del 90 % de pacientes con tiroiditis de Hashimoto  (disfunción tiroidea autoinmune por excelencia), presentan una insuficiencia o déficit de vitamina D, y los mecanismos por los que las hormonas tiroideas influyen en el metabolismo de la vitamina D y viceversa, son aún desconocidos, pero se sabe que, aproximadamente el 98% de las personas con Hashimoto tienen un polimorfismo en los receptores celulares de la vitamina D, lo que podría impedir que asimilen y activen adecuadamente esta vitamina, de modo que los rangos de normalidad de los análisis podrían no reflejar las necesidades reales de vitamina D en estos pacientes. Además, los bajos niveles de vitamina D podrían deberse a una alteración en su absorción a nivel intestinal

De modo que, por un lado, el déficit de vitamina D, muy frecuente en la población general, podría favorecer la aparición de enfermedades autoinmunes (como la tiroiditis de Hashimoto) en pacientes predispuestos y, una vez instaurada, empeorar su evolución si no se suplementa de forma adecuada, y por otro, el padecer un hipotiroidismo dificulta la absorción y el correcto funcionamiento de esta vitamina D, además de que las necesidades reales en estos pacientes parecen ser superiores a las necesidades standard…de ahí la importancia de su vigilancia, suplementación y control.

Magnesio.

Del magnesio hablé largo y tendido aquí , aquí y aquí , así que no voy a extenderme…sólo voy a recordar que la deficiencia sistémica de magnesio es MUY frecuente, se asocia al hipotiroidismo, a la falta de vitamina D y a otras muchas condiciones, y que el diagnóstico no se realiza midiendo los niveles sanguíneos, sino de forma clínica.

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Zinc

El déficit de zinc, al igual que otros muchos, puede estar presente en pacientes hipotiroideos no controlados debido a dificultades en su absorción, puede ocasionar síntomas y signos como alopecia, fragilidad ungueal, acné, piel seca, inestabilidad emocional, infertilidad…pero es que además participa en la formación y correcto funcionamiento de las hormonas tiroideas…ya sabéis, nuevamente tenemos el círculo vicioso.

Otros:

Los pacientes con hipotiroidismo pueden asociar otros déficit en vitaminas, oligoelementos, aminoácidos esenciales…que no son fáciles de detectar, pero que, al igual que el resto, pueden ser responsables de síntomas que achacamos a las hormonas “por defecto” y que, insisto, pueden afectar a la correcta absorción y funcionamiento de la tiroxina, es el caso del selenio, el manganeso, cobre, molibdeno, vitamina C, el triptófano (cuya falta puede afectar de manera importante al estado de ánimo)…y la pregunta es, ¿todos los pacientes deben tomar suplementos de estos micronutrientes?, la respuesta es no, algunos pueden ser tóxicos si se toman a dosis altas y no controladas, pero sí es muy aconsejable tenerlos en mente y valorar que pueda existir una incompleta asimiliación de los mismos.

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Tal vez tus hábitos no sean adecuados.

Cada vez existe una mayor evidencia acerca de la importancia e influencia de nuestros hábitos de alimentación, actividad física, sueño, gestión del estrés, contacto con la naturaleza etc sobre la microbiota, el sistema inmune, la salud hormonal y nuestra salud en general.

Nuestros hábitos actuales dejan mucho que desear en general, y por fin nos vamos dando cuenta de que las recomendaciones nutricionales que nos enseñaron hace años (comer 5 veces al día, los cereales en la base de la alimentación, cuidado con las grasas etc) no son las más correctas, por eso, si todo lo anterior está en orden, tal vez deberías revisar tus hábitos, a ser posible con ayuda de un profesional de la Nutrición.

¿Y cuando todo está bien, y el paciente sigue sin mejorar?

Entonces hay que plantearse ampliar el diagnóstico.

El hipotiroidismo no es la única enfermedad que puede producir cansancio, caída de cabello, cambios en el peso, cambios en el estado de ánimo, dolor…hay otras muchas patologías y circunstancias, relacionadas o no con la disfunción tiroidea, y que pueden ser la causa del mal estar…así que, si no mejoráis, insistid…las alteraciones emocionales y psicológicas deberían ser un diagnóstico de exclusión, no de inicio…cómo me decían siempre cuando era residente…antes de diagnosticar patología psiquiátrica, hay que descartar patología orgánica.

Así que la próxima vez que alguien, sea quien sea, os diga que el hipotiroidismo es una enfermedad sencilla, leve y fácil de tratar, tenéis dos opciones…explicarle delante de una gran taza de café todo esto…o sonreír con condescendencia y seguir hacia delante, ya sabéis, «sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos»

Enfermedades tiroideas: cuando tu mal es invisible (artículo publicado en El Huffington Post)

El día 6 de noviembre, fue publicado en El Huffington Post la siguiente carta-artículo, escrita por una paciente (gracias Carmen) y por mi misma, ya que he tenido el privilegio de colaborar como «soporte científico».

Merece la pena leerlo y acercarse a la realidad del día a día de muchos pacientes, ahí va:

«¿Te has planteado alguna vez para qué sirve tu tiroides, dónde está o qué síntomas produce su mal funcionamiento? Seguramente no, a no ser que hayas padecido algún problema tiroideo, algo mucho más común de lo que parece…entonces te das cuenta de que es realmente importante.

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Fuente: cuidatutiroides.com

La glándula tiroides tiene forma de mariposa y se localiza en la base del cuello. Suele pasar desapercibida, pero es básica en nuestro estado de salud: se encarga de gestionar el metabolismo del cuerpo, así, aspectos tan importantes como el nivel de energía, el estado de ánimo o el peso dependen de ella. Cuando no funciona correctamente, avisa con numerosos síntomas: agotamiento extremo, hiperactividad, problemas cardiacos, somnolencia, trastornos menstruales, dolores musculares, obesidad, adelgazamiento, infertilidad, intolerancia al frío o al calor y un largo etcétera. Las mujeres, sufren 10 veces más estos trastornos que los hombres.

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Fuente: ricardoruizdeadana.blogspot.com

Yo soy una de ellas, tengo 48 años y esta es mi historia:

A los 20 años me diagnosticaron la enfermedad de Graves, mi tiroides funcionaba mucho más rápido de lo normal y mi metabolismo iba a una velocidad de vértigo. Tras unos años medicada sin éxito,  los médicos decidieron acabar con esa glándula que tantos problemas me daba y me convertí en hipotiroidea: más del 50% de pacientes con hipertiroidismo acabamos como hipotiroideos (por extirpación del tiroides o por ablación con yodo), ya que el hipertiroidismo puede provocar problemas cardiacos y óseos graves.

Sólo me explicaron que a partir de entonces tendría que tomar una pastilla diaria para sustituir la hormona que no producía: tenía 25 años y dependería de una pastilla para el resto de mi vida… pero lo más difícil fue ese agotamiento perenne con el que me acostumbré a vivir.

Hace un par de años todo empeoró: dolores musculares tan fuertes que apenas podía caminar, cansancio extremo, niebla mental…la respuesta del doctor fue demoledora: “estás perfecta, seguramente estás deprimida”. Me indigné, no entendía por qué obviaba mis síntomas, ¿por una analítica que decía que mis valores eran normales? Si mi médico no me creía ni ayudaba…. ¿qué podía hacer?

Empecé a buscar por internet y… ¡sorpresa! Encontré páginas que sí relacionaban mis síntomas con el tiroides, grupos en Facebook muy organizados y con información que los médicos nunca me habían proporcionado, miles de personas que contaban casos similares al mío: diagnosticados, tratados y todavía con síntomas, y, por fin, el nombre de algunos endocrinos españoles que siguen protocolos más actualizados. Acudí a una de ellos…y todo empezó a cambiar.

Me ha costado meses recuperarme, pero al fin estoy dejando atrás el agotamiento que me ha acompañado durante media vida y he dejado de vivir a medio gas.

Este es un relato real, y podría ser el de cualquiera de los cientos de pacientes que visitan nuestras consultas de endocrino a diario, contándonos síntomas que les impiden llevar una vida normal, sintiéndose incomprendidos, indignados. Y esa indignación crece cada vez que acuden al médico de cabecera o al endocrino, y éste les dice que lo que les pasa no puede ser atribuido a su problema tiroideo, y es la que ha impulsado la creación y unión de miles de pacientes afectados a la Asociación Española de Tiroides.

¿Qué les (nos) indigna?

  • En España siguen aceptándose como normales rangos de referencia para las hormonas tiroideas que las Asociaciones Americanas de Tiroides y de Endocrinólogos Clínicos dieron por desfasados hace más de una década. Como consecuencia, muchos enfermos son diagnosticados de hipotiroidismo subclínico (a veces ni eso si las hormonas están en rango), y, aún presentando signos y síntomas de hipotiroidismo, a veces incapacitantes, no son medicados porque, según el protocolo vigente, aún no es necesario.
  • Muchos médicos no achacan sus síntomas al hipotiroidismo, consideran que, si los niveles hormonales están dentro del rango vigente, lo que cuentan “no puede deberse al tiroides”. Así que, en muchas ocasiones salen de las consultas polimedicados y erróneamente diagnosticados de patologías cuyos síntomas pueden “confundirse” con los del hipotiroidismo (ansiedad, depresión, fibromialgia, hipercolesterolemia…), y que solucionaríamos con la dosis correcta de tiroxina y/o la suplementación con micronutrientes que son deficitarios en muchos de ellos.
  • La tiroides produce, entre otras, dos hormonas: T3 (la hormona activa) y T4 (que debe convertirse a T3). En España sólo se medica con T4 ya que se presupone que se convertirá a la forma activa, pero eso no es así en todos los casos, y hay pacientes que necesitan tomar T3, pero este tratamiento no está disponible excepto para casos muy concretos.
  • Es una enfermedad invisible: no parecen enfermos, tienen buena cara…nadie ve el esfuerzo que hacen para mantener una vida normal cuando muchas veces se sienten como si les hubiera atropellado un camión y “no pueden con su alma”. Por supuesto, es difícil conseguir una baja médica que sí tendrían con una gripe.

logo AET

Desde la AET, tenemos la ilusión de:

  • Conseguir un cambio en el diagnóstico y tratamiento de las patologías tiroideas.
  • Dar a conocer tanto la sintomatología como la situación de indiferencia con que nos encontramos muchas veces como pacientes.
  • Promover su conocimiento a nivel general. Los enfermos de tiroides no somos unos vagos ni unos hipocondriacos. A veces nadie nos entiende: familia, pareja, compañeros de trabajo piensan que estamos así porque queremos. No, un enfermo de tiroides lucha cada día con multitud de síntomas que le hacen perder energía y calidad de vida.
  • Informar a las personas diagnosticadas. Es bastante común entre nosotros el peregrinar de médico en médico sin encontrar demasiada información. La tiroides causa multitud de síntomas, y el conocerlos nos ayuda a cuidarnos y a mejorar nuestra salud.
  • Promover cambios en el tratamiento y en los objetivos terapéuticos aplicados en España, por ejemplo: hay personas que necesitan tomar T3 y no pueden porque aquí no se receta, y nos encontramos con una excesiva medicación “paliativa” de síntomas que serían evitables con un correcto ajuste hormonal.

Los pacientes tiroideos no tenemos porqué acostumbrarnos a síntomas que son evitables con un adecuado tratamiento»

Como veis (o leéis), no es fácil padecer una enfermedad crónica «invisible», cuyos síntomas son muchas veces incapacitantes y que con gran facilidad se achacan a problemas psicológicos o de otra índole sin ahondar más en ellos.

No es fácil enfrentarse cada día al cansancio, al dolor, a la tristeza…y aún menos, a la incomprensión.

Gracias a Carmen, y a todos los pacientes que están esforzándose cada día, y gracias por la creación de la Asociación Española de la Tiroides…una gran iniciativa, os deseo mucha suerte.

Referencia:   Enfermedades tiroideas: cuando tu mal es invisible.

El magnesio y los (mis dolores)…parte II

En la primera parte (que podéis leer aquí), os hablaba de qué es el magnesio, dónde se encuentra, para qué es efectivo y cuáles son los requerimientos diarios de consumo según edad.

Ahora voy a centrarme en qué personas deberían tomar magnesio, cómo deberían tomarlo y, además, os contaré mi propia experiencia.

En primer lugar, vamos a diferenciar entre hipomagnesemia y deficiencia sistémica  de magnesio:

Hipomagnesemia: Nivel bajo de magnesio en sangre. Los niveles de referencia para el magnesio en humanos se encuentran entre 1,5 y 2,5 mg/dL. Y, por lo general, se considera hipomagnesemia un nivel de magnesio en sangre menor a 0,7 mmol/L.

Pero yo voy a referirme a la deficiencia sistémica de magnesio, es decir, a la falta de este mineral a nivel de órganos y tejidos, y que no tiene por qué verse reflejado en unos análisis.  Debido a que la mayor parte del magnesio es intracelular, y sólo el 1% del mismo se encuentra en la sangre, se puede presentar deficiencia sistémica con una concentración normal en plasma (en los análisis, vaya)

Así que puede presentarse hipomagnesemia sin deficiencia de magnesio y viceversa, aunque la hipomagnesemia es, con frecuencia, indicativa de un déficit sistémico de magnesio.

Debido a lo anterior, es muy importante estar atentos a los síntomas de dicho déficit, sobre todo en aquellas personas subsidiarias de padecerlo, puesto que esta será la única forma de detectarla: ESCUCHAR Y EXPLORAR AL PACIENTE, y lo pongo así en mayúsculas, porque esta es la forma más fácil y efectiva de diagnosticar, y a la que, últimamente y gracias a los avances tecnológicos que pretenden sustituir a la historia clínica, menos importancia se le da. Lo repito: ESCUCHAR Y EXPLORAR AL PACIENTE.

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Fuente: blog.novadiet.es

¿Y quiénes son subsidiarios de padecerla?

Pues evidentemente, todos aquellos que no consuman las cantidades recomendadas.

Pero hay otras muchas enfermedades y circunstancias que predisponen a la deficiencia sistémica de magnesio y a la hipomagnesemia:

  • Trastornos gastrointestinales y síndromes de malabsorción (enfermedad celiaca, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, enfermedad de Whipple, enteritis por radiación…) tanto por falta de absorción de nutrientes, como de secreción de los mismos por parte del intestino o por pérdidas gastrointestinales, podrá aparecer hipomagnesemia o déficit de magnesio. También puede existir este déficit en caso de vómitos persistentes o diarrea crónica por otras causas.
  • Consumo de medicamentos como los diuréticos, algunos antibióticos, inhibidores de la bomba de protones (como el omeprazol), digoxina, algunos quimioterápicos e inmunosupresores.
  • Enfermedades endocrinas como: Insuficiencia suprarrenal, hiperaldosteronismo, hiperparatiroidismo, hipotiroidismo.
  • Diabetes Mellitus: puede aparecer en casi la mitad de pacientes, probablemente debido a pérdidas renales (en caso de poliuria, glucosuria, cetonuria…)
  • Pérdidas renales de magnesio (como las que ocurren en la insuficiencia renal crónica, el síndrome de Bartter, la necrosis tubular aguda en su fase diurética o en el trasplante de riñón)
  • Edad: la ingesta diaria de magnesio suele ser baja en adultos mayores, además, la absorción intestinal de magnesio tiende a disminuir mientras que la excreción urinaria aumenta con la edad.
  • Insuficiencia de selenio,  vitamina D y/o vitamina B6.
  • Consumo elevado de zinc, calcio, oxalatos, fibra y proteínas.
  • Alcoholismo (debido a malnutrición y diarrea crónicas, al daño hepático y al déficit de tiamina, además de una tendencia a la cetoacidosis)
  • Cáncer.
  • Insuficiencia cardiaca.
  • Acidosis (por cualquier causa)
  • Preeclampsia y eclampsia.
  • Succión nasogástrica.
  • Alimentación parenteral prolongada.
  • Infarto agudo de miocardio: Casi el 80 % de pacientes presentan hipomagnesemia en las 48 horas posteriores al infarto.
  • Pancreatitis aguda.
  • Síndromes de Gitelman/Bartter.
  • Transfusiones masivas.
  • Postoperatorios en general y de paratiroidectomía en particular.
  • Requerimientos aumentados.

El listado es largo ¿verdad?, pues si padecéis alguna de las circunstancias anteriores, y además presentáis algunos de los siguientes síntomas, es muy probable que tengáis un déficit de magnesio.

naturmas.es

Fuente: naturmas.es

Dependiendo  de la gravedad del déficit y de cuánto tiempo llevemos padeciéndolo, puede aparecer:

  • Inicialmente: anorexia (pérdida de apetito), náuseas, apatía, confusión, fatiga, insomnio, irritabilidad, calambres, espasmos, temblores, fasciculaciones musculares (contracciones musculares pequeñas e involuntarias que no conllevan movimiento de una extremidad), debilidad muscular, hormigueo, trastornos de memoria y/o aprendizaje, tinnitus y acúfenos, falta de concentración, disminución de reflejos, estreñimiento…
  • Si el déficit es moderado, podrían aparecer: alteraciones cardiovasculares, arritmias, taquicardia.
  • Y si el déficit es grave: contracción muscular continua, entumecimiento, delirio, alucinaciones, parestesias.

¿Puede tomar magnesio todo el mundo sin control?

Obviamente NO.

transformer.blogs.quo.es

Fuente: transformer.blogs.quo.es

Es muy poco probable que, tomado por vía oral, y con un adecuado funcionamiento de los riñones, se produzca una sobredosificación, ya que el exceso de  magnesio que no se absorbe por vía intestinal se elimina con las heces y la orina.

Sin embargo, se ha establecido un nivel máximo tolerable para los suplementos de magnesio de 350 mg diarios en adultos y niños mayores de 9 años, por encima de los cuales pueden aparecer efectos indeseables, especialmente en personas con problemas renales (incapaces de eliminar por orina el exceso de magnesio), en los que la toma de estos suplementos debe ser estrechamente vigilada.

Estos efectos adversos incluyen: diarrea, hipotensión, letargo, confusión, trastornos del ritmo cardiaco, deterioro de la función renal, debilidad muscular, dificultad para respirar y, en caso de hipermagnesemia grave, fallo cardiaco.

Además, el magnesio interfiere con la absorción de algunos medicamentos como digoxina, nitrofurantoína, quinolonas, tetraciclinas, algunos antipalúdicos, bifosfonatos, clorpromacina, penicilamina y anticoagulantes orales, por lo que si los estáis tomando, debéis consultar con vuestro médico antes de iniciar el suplemento;  probablemente bastará con separar la toma del medicamento de la del magnesio…pero siempre es mejor consultar.

Así que… ¿en qué casos está indicada la suplementación con magnesio?

Pues en resumen, en todas aquellas personas que padezcan o presenten alguna enfermedad o circunstancia que pueda provocar una deficiencia sistémica de magnesio o una hipomagnesemia y que presenten algún síntoma compatible con la misma.

Si, además, sus niveles de magnesio en sangre son bajos…blanco y en botella.

Y ahora…voy con mi experiencia:

No voy a contaros mi historial médico (secreto profesional), pero hace años que padezco una de esas múltiples circunstancias que predisponen al déficit de magnesio.

Desde que alcanza mi memoria, he tenido contracturas musculares, dolor de espalda, dolores musculares y de articulaciones, “chasquidos y crujidos” articulares, hormigueos, calambres…después, y con el inexorable paso de los años (uff), comencé además a notar fatiga, cansancio exagerado, pérdida de fuerza, falta de concentración…todo ello agravado por la llegada a mi vida de mis tres soles, que no se caracterizan precisamente por ser niños tranquilos o dormilones.

Todos estos síntomas los achacaba a mi “circunstancia”, pero, a pesar de tratarla, no notaba una gran mejoría.

Y un día, y después de años prescribiendo magnesio a mis pacientes, se me encendió una lucecita…y empecé a tomarlo (sin mucha fe, lo confieso)…y ¡Oh! ¡Sorpresa!…los síntomas fueron mejorando llamativamente hasta que, al mes y medio de tratamiento aproximadamente, desaparecieron en su mayoría, no del todo, cosa que no esperaba  después de años y años de padecerlos y teniendo en cuenta que mis hijos son aún pequeños (el cansancio forma parte de la paternidad/maternidad)…pero estoy gratamente sorprendida y entusiasmada: ya no me duele la espalda (increíble), ni tengo contracturas musculares, me levanto por la mañana sin rigidez, y puedo ponerme en marcha sin tener que esperar a moverme poco a poco o a tomarme un café, los calambres, hormigueos y demás han desaparecido, los “crujidos” casi del todo…en resumen: GRACIAS MAGNESIO.

¿Y qué suplemento tomar? Uf…hay tantos en el mercado, que eso da para el siguiente post, ¡os espero!

Referencias: